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Refranes contenidos en el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias, edición de Sabrina De Simone
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De casa del abad, comer y llevar

P. cl. abad
Este nombre es hebreo: אָב, ab, vale tanto como padre, primero de todos, el más anciano, el señor, el maestro, de manera que este atributo se da a uno por naturaleza, por honra, por edad, por superintendencia, por propagación de fe o dotrina, y sus correlativos serán hijos en esta mesma correspondencia. Trae su origen del verbo hebreo אָבָה, aba, que sinifica querer, porque el amor y bien querer deciende del padre al hijo con más afecto que asciende del hijo al padre, porque el querer ha de estar en el padre, y el hacer lo que él quisiere y mandare en el hijo, siéndole obediente en todo y por todo. En nuestra lengua castellana abad sinifica el mayor, el primero entre todos los religiosos monjes de un convento, y usan dél las órdenes de San Bernardo, San Benito, San Basilio y otras órdenes monacales. Los canónigos reglares tienen abad por su superior, como el abad de San Isidro y otras colegiales, como hasta aquí lo era el abad de Parrales. Hay en las iglesias catredales esta dignidad, aunque no es la primera después de la pontifical; como en Toledo abad de Santa Leocadia, en Cuenca: abad de la Seu. Suelen los curas y beneficiados sacar un abad en cada un año y en los arciprestazgos hacen lo mesmo. De manera que unos de los dichos abades son perpetuos, otros trienales y otros se eligen cada un año. En común, llamamos abad a cualquiera sacerdote, reverenciándole como padre. Hay algunos proverbios que le competen, como El abad, de donde canta, de allí yanta, que nos da a entender ser heredad nuestra y viña nuestra el asistir a los oficios divinos, y porque vacásemos en esta sola ocupación santa, se nos concedieron los diezmos y primicias de todo lo que trabajaren y cultivaren los demás fieles. Como canta el abad responde el monacillo, este proverbio nos advierte que seamos con todos bien criados, aunque nos sean inferiores; porque si les hablamos mal nos podrán responder peor. De casa del abad, comer y llevar, podemos hacer la comparación del vientre, que aunque al parecer los demás miembros del cuerpo trabajan para él, al fin, bien considerado, lo vuelven a recobrar, y lo mesmo hacen los seglares, particularmente los pobres con quien debemos partir, y todas las demás obras pías. Abad y ballestero, vedan los sacros cánones a los clérigos la profesión de cazadores, cuando lo toman por oficio y granjería, dejando de acudir a sus obligaciones eclesiásticas, y también cuando la caza es de peligro, como la de montería, o tan costosa que lo que habían de comer los pobres se da a los perros. Adelante está la casa del abad; yo pienso que este refrán tuvo origen de los seglares que llegando a su puerta el pobre o el peregrino, le remiten a la casa del cura como a propia suya, pero no se excusan ellos de hacerles caridad alguna, ya que la principal nos toque, y nos hacen buena obra en encaminárnoslos. Abadesa, la prelada de las religiosas. Abadía, la dignidad del abad. Abadengo, el territorio.
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