Ort. or. A barva muerta, poka verguenzaQue después de uno muerto, los que con temor y respeto estaban enfrenados, se atreven a hablar contra él y poner demanda si tenía deudas, y aun embargar el cuerpo; y los que solían responder bien, se enfrían, y a la viuda e hijos todos se les atreven y los estiman en poco. Esto sintió y quiso decir don Francisco de Galarza, cuando preguntándole los jueces en la visita de cárcel «―¿Por qué estáis vos preso?», respondió: «―Por hijo de oidor muerto». Aplícase también a los hijos de viudas y otros que se crían libres, sin padre ni mayor que los corrija, y salen desvergonzados y mal criados.
Tuvo principio este refrán de los ejemplos ordinarios que cada día vemos de esta materia; aunque no está lejos haberle dado el cuento de la Historia del Cid; y es: que estando, después de muerto, embalsamado, vestido y sentado en su escaño en San Pedro de Cardeña, al cabo de siete años que así estaba, un día que se hizo una grande fiesta; estando todos fuera de la iglesia, un judío que allí vino se entró dentro y estuvo mirando una gran pieza al Cid, y como vido que no había nadie, llegóse a él y díjole: «A tu barba nunca llegó cristiano ni moro; yo llegaré a ti, y veremos qué harás». Entonces el Cid echó mano a la espada y sacó de ella cuanto un palmo; de lo cual el judío fue tan espantado que cayó en tierra y quedó amortecido; y cuando la gente entró en la iglesia y le hallaron ansí, echáronle agua, y volviendo en sí dijo lo que le había acontecido, y tornóse cristiano y sirvió en aquella iglesia mucho tiempo.