Esto es decir hombres cortos, necios; y dicen este cuento por matraca: que aquel gran don Alonso Gregorio, arzobispo, convidó a su mesa a los jurados de Andorra, villa de Aragón, y en toda la comida no pidieron de beber, de cortedad y vergüenza, ni los pajes se lo dieron; después, sedientos, se fueron al río Ebro, que pasa junto a Zaragoza, y se echaron de buces y de pechos al agua para beber y matar su sed, con que dieron ocasión a este refrán.