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José María Sbarbi, Diccionario de refranes, adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales de la lengua española, 1922
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Echar caperuzas a la tarasca

P. cl. caperuza
Dícese casi siempre en forma imperativa, aludiendo a las personas que no se ven nunca hartas de comer. — Pretender alcanzar algún imposible, es decir, perder el tiempo. —Tiene su origen esta frase en una fiesta antigua madrileña. El día del Corpus, precediendo a los carros en que habían de representarse los autos sacramentales, sacaban procesionalmente un monstruo de cartón pintado, en figura de dragón, de cuello largo y movedizo, cuyos portadores, escondidos en el interior, le hacían abrir una boca desmesuradamente grande, con la cual arrebataba a los que estaban descuidados los sombreros y caperuzas, que se tragaba, con gran algazara de los que, estando en el secreto, se ponían en cobro a tiempo, pues inútil es decir que las víctimas escogidas eran, generalmente, los paletos que de los pueblos comarcanos venían a presenciar las fiestas inocentemente, sin suponer el peligro que sus monteras o caperuzas corrían. Los muchachos le echaban por la boca cerezas y guindas, cosa que, naturalmente, agradecían los que iban dentro. La tarasca llevaba sobre el lomo una figurilla de mujer (que decían era Ana Bolena), lujosamente vestida por los mejores sastres y modistas matritenses, que implantaban así la moda de primavera, pues los elegantes de la época acudían al paso de la carrera sólo por ser los primeros en copiar las novedades exhibidas por el maniquí.
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