P. cl. carranqueSer por todo extremo bruto. — Cuéntase que habiendo necesidad en dicha población (villa a 6 leguas de Toledo) de tener un Cristo, comisionaron sus habitantes a unos cuantos arrieros para que pasasen a Madrid con objeto de buscar un buen escultor y encargarle la obra. Avistados con el artífice, cuál no sería su apuro al preguntarles éste cómo lo querían, si vivo, de pie o muerto, tendido en la urna. Después de mil dimes y diretes que se atravesaron entre los comisionados (dimes y diretes que serían dignos de haber llegado a la posteridad), uno de ellos, o más listo o más atrevido que sus compañeros, exclamó: «Mire usted, maestro, hágalo vivo; que si no lo quieren así en el pueblo, nosotros nos encargamos de matarlo». Desde entonces, preguntar a los naturales de Carranque por el Cristo de su pueblo, es inferirles una ofensa gravísima. Recuerdo haber leído un caso análogo ocurrido en Francia con relación a Écouché, pueblecillo de Normandía.