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Refranes contenidos en el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias, edición de Sabrina De Simone
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AD ADE ADO

Ad statuam confugere

P. cl. estatua
En lat. statua, ae, simulacrum ex aere aliove metallo, quod alicui, vel mortuo, vel etiam viventi antiquitus decernebatur et in foro aut aliquo loco conspicuo collocabatur, ad alicuius rei bene gestae memoriam. Al principio, las estatuas se usaron en representación de los falsos dioses cerca de los gentiles, y el primero que en Roma se hizo de metal fue a la diosa Ceres. Después se levantaron estatuas en honra de los hombres valerosos, como a los que en los juegos olímpicos quedaban vitoriosos, y después a los que habían libertado de tiranos sus repúblicas; y así se fueron extendiendo, para conservar la memoria de los hombres valerosos. No contentos con las inscripciones de sus sepulcros, pusiéronlas en las plazas públicas y en los atrios o zaguanes de sus casas. Algunas destas estatuas eran desnudas, otras con un pedazo de manto o piel al hombro, otras vestidas, que llamaban togatas, otras militares con sus corazas, unas a pie, otras a caballo, y algunas sobre carros con dos y cuatro caballos. Tenían privilegio algunas estatuas en Roma para que los que se acogiesen a ellas no pudiesen ser molestados ni ofendidos; y particularmente a la de César, de do manó el proverbio Ad statuam confugere.
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