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Refranes contenidos en el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias, edición de Sabrina De Simone
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NA NE NI NO NU
NE NEC NEQ

Nec sutor ultra crepidam

P. cl. Apeles
Pintor excelentísimo de la isla de Coos. Floreció en tiempo de Alejandro, a quien solo concedió pudiese hacer retrato suyo. Murió antes de poder acabar una tabla de Venus y, dejándola imperfecta, no hubo pintor ninguno que se atreviese a dar pincelada en ella. Si numquam Venerem conspixisset Apelles, / Mersa sub aequoreis illa lateret aquis. Ut ait Ovidius, 3 de Ars amandi. Algunas cosas se cuentan muy particulares de Apeles. La una es la mucha privanza que tuvo con Alejandro, de quien recibió grandes mercedes, y entre otras, habiéndole mandado retratar desnuda una amiga suya dicha Campaspe, conoció de él haberse enamorado de ella, y sin embargo de que la quería mucho se la entregó. Él mesmo continuaba la oficina de Apeles, tanta era su humanidad y devoción que le tenía, y hablando en materia de pinturas por términos fuera de los usados, le advirtió Apeles los excusase porque sus aprendices lo notaban. Por la fama que tenía de Protógenes navegó desde Coos a Rodas por verse con él, y no hallándole en casa, pidió a una vieja que la guardaba un pincel; y en una tabla que tenía aparejada para pintar tiró una línea la cual vista por Protógenes, entendió ser de mano de Apeles, y tiró luego otra sobre aquella de diferente color, diciendo a la vieja si volviese que a quien él venía a buscar era el que había tirado la sobrelínea. Volvió Apeles y, hallando la segunda línea, vergonzoso de verse vencido, cobró nuevo ánimo y sobre la segunda echó la tercera, tan sutil que no dejó lugar al arte para otra. Protógenes, cuando vido esto, dándose por vencido, fue a buscar al forastero al puerto y le hospedó con gran cortesía. Esta tabla fue de tanta admiración que se conservó con solas estas líneas hasta el tiempo de Julio César, en cuya casa pereció con un incendio. El mismo pintó un caballo y en su competencia se pintaron otros y, para que constase la diferencia de este a los demás, trajeron caballos naturales a la presencia de los demás y no hicieron ningún movimiento, pero mostrando Apeles el suyo, relincharon. Pintó muchas cosas que no tenían cuerpo, como fueron truenos, relámpagos y rayos. Del mismo se cuenta que ningún día dejó de ejercitar su arte, aunque fuese tirando una sola línea. También dicen que en todas sus obras ponía estas palabras: Apelles pingebat, dando a entender que no quedaba satisfecho de su trabajo, y era necesario quitarle el pincel de la mano. Con esta moderación acostumbraba sacar sus tablas en público y notar las faltas que les ponían. Un zapatero le puso en el zapato de una figura y otro día volviendo a verla halló que estaba enmendado, pero como continuase a poner tacha en lo que no era de su arte, dió ocasión a Apeles para que, entrando en cólera, le tratase mal de obra y de palabra, de donde nació el proverbio Nec sutor ultra crepidam. Verás a Quintiliano, lib. 12 y a Plinio, lib. 35, por muchos capítulos.
Fuente: Sebastián de Covarrubias, Suplemento, fol. 41rbis
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