Modo de motejar de bruto a una persona, con alusión al conocido epigrama: La calavera de un burro / miraba el doctor Pandolfo, / y enternecido decía: / «¡Válgame Dios, lo que somos!».

Indica que el fruto del olivo no es tan bueno en el mes de junio como en el de diciembre.

Expresa que aquellas personas que de todo se asombran, demuestran poseer muy escasos conocimientos de todo.

La ansiedad e insistencia con que se estrecha o aflige a alguno.

Recomienda a las jóvenes el trabajo, para no caer en los malos pensamientos que ocasiona la ociosidad.

Indica lo vergonzoso que es para uno alabar las malas acciones, puesto que parece hacerse solidario de ellas.

Denota que la modestia es la prenda más preciada en las personas.

Aconseja se guarde en todo las debidas proporciones.

Zahiere a las personas que por haber estado holgando los días de labor, tienen que estar trabajando sin descansar en los festivos.

Manifiesta lo efímera que suele ser la felicidad para aquellas personas en quienes se ceba la desgracia.

Aforismo jurídico con el cual se significa que quien tiene en su poder una cosa que no le pertenece por haberle sido vendida indebidamente, la pierde tan pronto como se presenta su legítimo dueño.

Es, en cierto modo, algo parecido a lo explicado en Amor no mira linaje. (Véase).

Es, en cierto modo, algo parecido a lo explicado en Amor no mira linaje. (Véase).

Frase proverbial de uso común en Andalucía, con la cual se moteja de desaseada a una persona que se jacta, por el contrario, de ser primorosa. En efecto, cuéntase allí que existió en Burguillos, pueblo distante tres leguas de Sevilla, cierta mujer que se la daba de muy pulcra, la cual, para cerciorarse de si el aceite que tenía puesto a la lumbre estaba bien caliente o no, apelaba al medio, bastante limpio por cierto, de echar en la cazuela o sartén un escupitajo.

Indica que cuando el amor es verdadero se aumenta con la separación, al contrario de lo que ocurre con el capricho pasajero, que se extingue por igual circunstancia.