Refrán muy usado en la milicia para significar la conveniencia de no tomarse confianzas con los superiores jerárquicos.

Dícese de todo aquello que por ser muy malo o despreciable nadie lo quiere tomar ni aun regalado.

Refiérese a las mujeres que por el interés, más que por la figura ni las dotes personales, asienten a los ofrecimientos amorosos que se les hacen.

Es decir, que no había una cosa ni otra en esas poblaciones en el siglo XVI, que es de cuando data este refrán.

Enseña que no conviene usar de familiaridad con los superiores.

Ni los perros son convenientes en las viviendas, ni los hombres rondándolas cuando hay doncellas que guardar.

Recomienda la parquedad en conceder graciosamente y sin garantía, a fin de no quedarse sin lo dado.

Aconseja que se procure la seguridad propia, aunque sea a costa de cualquier diligencia.

Dícese del que anda fluctuando entre dos partidos, pareceres, etc., sin acabar de decidirse a favor de uno u otro.

Refiérese generalmente a las cuestiones, poniéndolo en boca de las personas que, no siendo cobardes, son prudentes.

Refiérese a los hijos, pues en cuanto a los primeros, ellos saben hacerlo, y respecto a los segundos, no se lo merecen, pues han de dilapidar el capital heredado.

De ningún modo; por ninguna forma.

Exhorta a no contraer matrimonio con tales hembras, aun cuando lleven buena dote

Aconseja al que va a emprender un viaje, porque podrá tener necesidad de abrigo o de alimento en medio de su excursión.

Aconseja que por razón de intereses no se debe uno casar con mujer casquivana o lasciva.

Reprueba los extremos en todas las cosas, como igualmente viciosos

Reprende la demasía tanto en la confianza cuanto en la desconfianza.