Modo de dar a entender a uno que se tiene bien merecida la suerte, ya próspera, ya adversa, que experimenta.

Expresa que en vano se aplican los medios cuando el fin no es asequible.

Tener remedio para todo.

Advierte que cada cual halla las cosas en proporción con su calidad.

Todos los sitios de la plaza son buenos para poner banderillas a la res, cuando el lidiador es hábil. —La persona laboriosa no encuentra dificultades para trabajar en ninguna parte.

Dejar de hablar, o pararse en lo que se iba diciendo. —Está tomada la metáfora de la bomba que siempre la están moviendo, comparada con la lengua de los que hablan mucho, y de la cual se dice que parece una taravilla.

Manera de exhortar a uno a que apacigüe la cólera o refrene los ímpetus de que se halla dominado.

Suele decirse del chocolate cuya decocción ha salido demasiado clara.

Moteja de zafio e ignorante a alguno.

Frase familiar que se aplica al que anda muy tieso, sin hacer caso de nadie. También se suele decir: Parece que se ha tragado el asador, o el palo del molinillo.

Estar muy flaco y débil, como el que sólo come esa clase de puches.

Se dice del que habla mucho.

Frase con que se alude a las personas que son muy pedigüeñas.

Dícese de aquellas personas que se presentan cuando menos falta hacen o cuando se va a comer, repartir una cosa, etc.

Dícese del que hace su negocio con disimulo, o haciéndose el tonto.

Dícese de la persona u objeto que se mueve o agita con suma rapidez y continuación. — Hablando Cervantes del miedo que infundió a Sancho Panza la nariz descomunal que ostentaba el escudero del Caballero del Bosque (Don Quijote, parte II, cap. XIV), dice que «en viéndole Sancho, comenzó a herir de pie y de mano como niño con alferecía».

Aplícase a la persona extremadamente pródiga en dar o gastar, por cuya razón se le suele llamar también manirrota.