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Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes
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Términos seleccionados: 305 Página 7 de 16

121. Oficio de manos no le parten hermanos
Que cada uno deja al otro el trabajo. También hay oficios que uno solo sin otros los ha de hacer por sí.
122. Oficio merdulero, criar al hijo y después al nieto
Ort. or.
123. Oficio que no sustenta tu vida dale despedida
Ort. or.
124. Oficio ruin, quien más te usa menos medra
Sinónimo(s): Oficio ruin, quien más le usa menos medra.
125. Oficio tiene Bartolo para el día todo
Ort. or.
126. Oficio vano y con pena a el que le sigue condena
Ort. or.
127. Ofrecer mucho a quien pide poco
Especies de negarlo todo.
128. Ofrecer mucho, especie es de negar
Ort. or.
129. Ofrendarse bien
bien ofrendado va. Dícese ofrendarse bien por regalarse en comer y darse buena vida.
Sinónimo(s): hase ofrendado bien
130. Oh, bien haya quien te parió; bebe tú y beberé yo; bebe tú por la jarrilla, beberé yo por la botilla
Ort. or.
131. ¡Oh, mal haya la falda de mi sombrero, que me quita la vista de quien bien quiero!
Ort. or.
132. ¡Oh, pan, pan, lo que quieren por ti lo han! ―Iránse los malos tiempos y vendrán los buenos, y vuestros hijos quedarán nietos de ruines abuelos
Fingen que pretendió casar un hombre rico y de bajo suelo con la hija de un noble pobre, y no la pudo alcanzar hasta que vino un año caro, que se la dieron, como dice otro refrán: La hija de bueno, haberla has por orfandad o por gran duelo; y comiendo juntos un día, sobre mesa, tomó el yerno el pan en la mano, y dijo: ¡Oh, pan, pan, lo que quieren por ti han! Lo demás respondió el suegro. Nietos de ruines abuelos, es por parte del yerno; porque la mujer no hace linaje, que del suyo se pasa a otro.
133. ¡Oh, si volasen las horas del pesar como las del placer suelen volar!
Ort. or.
134. ¡Oh, falso amor, pocas veces das placer y muchas dolor!
Ort. or.
135. ¡Oh, pecador de mi!
A Dios.
136. ¡Oh qué gran mal, torcer cabecitas y echar en costal!
Un cura crió un bordillo, y enseñólo a hablar, y andaba suelto y doméstico, y se salía al campo con otros tordos al celo. Una vez vio que un cazador cogió una redada de pájaros y tordos, y torcía las cabezas y echábalos en un costal, y desde donde estaba lejos, decía: ¡Oh qué gran mal, torcer cabecitas y echar en costal! Miró el cazador, y no viendo más de al tordo preguntóle: ¿Tú quién eres? Dijo: Yo soy el tordo del cura Pacheco. ¿Pues a qué veniste por acá? Este negro amor me trajo, que a todos inquieta. Tales razones le tenía enseñadas el amo.
137. ¡Oh qué linda es la alameda! Quién tuviera la siesta en ella!
Ort. or.
138. ¡Oh qué lindico! Mas, oh qué lindoque!
Fórmase lindoque, por gracia.
139. ¡Oh qué lindo pie de guindo!
Lo primero es ironía, y añaden lo segundo por consonante.
140. ¡Oh qué risa habría en la boda, si no fuera tuerta la novia!
Ort. or.
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