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José María Sbarbi, Diccionario de refranes, adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales de la lengua española, 1922
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181. Carne de pecho, carne sin provecho
P. cl. carne
Expresa el poco valor que como alimento tiene la carne de esta parte del cuerpo de los animales comestibles.
Véase:
182. Carne de pluma quita del rostro el arruga
P. cl. carne
Los que comen regaladamente, por lo general suelen engordar.
Véase:
183. Carne de pluma, siquiera de grúa
P. cl. carne
Recomienda como alimento sano el de la carne de ave, aunque ésta sea de tan poca importancia nutritiva como la de la grulla.
Véase:
184. Carne encerrada, carne capada
P. cl. carne
Las personas privadas de libertad no pueden satisfacer sus deseos y pasiones, puesto que se ven anuladas.
Véase:
185. Carne que crece no puede estar si no se mece
P. cl. carne
Alude a los muchachos, pues es propio de la edad no estarse quietos y estar pensando siempre en el juego.
Véase:
186. Carne sin hueso no se da sino a don Bueso
P. cl. carne
Da a entender que se suele tratar con preferencia a los ricos y poderosos.
Véase:
187. Caro bocado
P. cl. bocado
Dícese de todo aquello que acarrea disgustos y sinsabores, o que cuesta mucho alcanzar.
Véase:
188. Caro como aceite de Aparicio
P. cl. aceite
Dícese de todo aquello cuyo costo es muy subido de precio.
Fuente: Del Formulario universal o Guía práctica del médico, etc., por D. Francisco Álvarez Alcalá, copio la siguiente «Receta del aceite de Aparicio o bálsamo de Aparicio: R. * Aceite de olivas. ħjνβ(2250 gr.) Sumidades floridas de romero. Sumidades floridas de hipericón. Ruda,ãã (560 gr.) Se digiere por tres días en un paraje caliente, y se añade: Lombrices terrestres... 5vj(180 gr.) Se cuece hasta que se consume la humedad, se cuela, y se disuelve: Trementina buena... 5xviij(560 gr.) Resina de enebro en polvo. Incienso en polvo,ãã 5ij(60 gr.) Almáciga en polvo 5j(30 gr.) Se cuela y guarda. Se usaba como vulnerario». Los ingredientes que entran a componer el anterior fármaco no nos parecen, a la verdad, ser de tal rareza y de tan excesivo coste que basten por sí solos a haber dado origen a esta frase proverbial; pero si se tiene en cuenta la relación que pasamos a transcribir, hallada por nosotros en un manuscrito de principios del siglo XVIII, quedará justificada la razón del dicho que nos ocupa. Isabel Pérez de Peromato, viuda de Aparicio de Zubia, conocido generalmente en su tiempo por Aparicio el de los aceites, hizo una petición al Reino reunido en Cortes el 7 de febrero de 1567, por la que prometía decir y declarar los componentes del aceite medicinal que su difunto marido y ella hacían, y el método de confeccionarlo, si por ello se le aprontaba alguna merced o gratificación. Comisionóse con este motivo a Juan de Henao y al licenciado San Pedro para que la oyesen y se informasen de lo que pudiera haber en el particular, y propusiesen al Reino lo que estimasen más acertado. En efecto, votada la cuestión en Cortes, y mediante arreglo del susodicho San Pedro con la interesada, acordó el Reino se la atendiera con la suma de sesenta ducados cada año por el tiempo de su vida; ordenándose asimismo, que del modo de hacer y usar este aceite se imprimiesen dos mil ejemplares, con el objeto de que los procuradores los repartiesen en sus respectivas provincias; mas habiéndose quejado los facultativos de los hospitales de que el bálsamo hecho según el procedimiento que había presentado la Isabel no producía los efectos saludables que cuando lo confeccionaba su difunto marido, húbosele de retirar a la viuda la retribución concertada hasta nueva determinación. Noticioso en este entretanto el licenciado San Pedro de que un fraile dominico residente en cierto monasterio de las montañas sabía la fórmula de este aceite, por habérsela revelado confidencialmente Aparicio poco antes de morir, se acordó que el mismo San Pedro escribiese a aquel religioso en nombre del Reino, pidiéndole que enviase un traslado de dicha fórmula, a fin de ver si estaba conteste con la declarada por la viuda. En resumen, cotejadas las fórmulas entre sí, debieron estar conformes, cuando en 8 de junio del propio año acordó el Reino que se alzase el embargo a la viuda, notificando al receptor que siguiese acudiendo a la interesada en los sesenta ducados anuales que se le habían otorgado. Véase ahora la verdadera receta del aceite de Aparicio, declarada por la viuda de éste ante el licenciado San Pedro y el doctor La Gasca: «Aceite, lo más anexo que se pudiese auer, tres libras. Terbentina de bete, dos libras. En falta desta, sea de la común, clara y limpia. Vino blanco, anexo y escogido, media azumbre. Encienso molido y cernido, media libra. Trigo limpio, dos puños, de quatro a seis onzas. Ipericón, yerba conocida, media libra. Valeriana y cardo benedito, de cada uno quatro onzas, aunque en la declaración que hizo antel señor doctor de La Gasca no dice más de dos onzas de cada una destas dos yerbas, y según son raras de auer, bastará en especial el cardo benedito, que en esta corte no lo ay, sino en jardines y campesino, que para el efecto, a mi juicio, es mejor; no se sabe que lo aya en esta corte, sino al derredor de Toledo. El tiempo para cogerse estas yerbas más conveniente, es cuando están en flor y simiente, y an de secarse a la sombra para que sirvan todo el año. Forma de hazerse: infúndanse las yerbas en el vino por espacio de seis u ocho horas en olla de cobre o barro, que esté tratada y quepa la tercia parte más de lo que se ha de echar en ella, y pasadas las horas dichas, échese el trigo y aceite, y tapada la olla, póngase a cocer a fuego manso de carbón, y de rato en rato menéese, tornándolo a tapar, y quando se ouiere gastado el vino, que se conocerá moxando un palico, y llegándolo al fuego, si ardiere sin respender, apartarlo an del fuego, y reposado un poco, cuélese por lienzo no muy tegido, y hágase una moderada espesión de las yerbas, y el aceyte colado vuélvase al fuego, y yerba hasta que esté muy bien mezclado y que aya el aceyte subido un poco de punto, y hecho esto, apártese del fuego, y amansado el herbor, échese el incienso y tápese la olla, y vuelva al fuego, donde pase un leve herbor, y tapado y reposado, guárdese en un vaso de vidrio o vedriado».
189. Caro cuesta el arrepentimiento
P. cl. arrepentimiento
Es muy difícil remediar el mal o daño causado.
190. Carrasco, donde me pica, me rasco, o ahí me rasco
P. cl. carrasco
Dicho vulgar, fundado, como tantos otros, en el sonsonete.
Véase:
191. Carrera que no da el caballo, en el cuerpo se le queda
192. Carrera que no da el caballo, en el cuerpo se le queda
P. cl. carrera
Recomienda que no se gasten las fuerzas de una vez, y que es conveniente reservarse para el porvenir.
Véase:
193. Carta canta
P. cl. carta
Frase que sirve para denotar que tiene uno en su poder documentos con que justificar lo que acaba de decir.
Véase:
194. Carta echada no es levantada
P. cl. carta
Refrán que obliga a una persona al cumplimiento de la palabra que tiene dada, y de cuyo compromiso intenta retraerse.
Véase:
195. Cartabón y escuadra, uno sin otro no vale dada
P. cl. cartabón
Aconseja que para lograr el acierto en las operaciones que se emprenden, es menester poner en práctica los medios oportunos convenientemente combinados entre sí, por cuanto aislados no surtirían el efecto deseado.
Véase:
196. Casóse Bartolo con Mari-Pascual, tal para cual
P. cl. Bartolo
Satiriza la unión de dos personas de igual mala condición.
197. Casa, de padre; viña, de abuelo, y olivar, de rebisabuelo
P. cl. casa
Denota gradualmente la antigüedad que conviene tenga cada una de dichas posesiones, a fin de que puedan disfrutarlas ventajosamente los respectivos herederos o adquiridores.
Véase:
198. Casa, viña y potro, hágalo otro
P. cl. casa
Aconseja que se compre la casa ya construida, la viña cuando rinda producto, y el caballo domesticado o domado.
Véase:
199. Casa con dos puertas, cuando más cerradas, tenlas por abiertas
200. Casa con dos puertas, mala es de guardar
P. cl. casa
Aconseja que se debe redoblar la vigilancia en casas de esta naturaleza, por lo expuesto que se está a que sean asaltadas con más facilidad.
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